miércoles, 2 de octubre de 2019

Caballeros de las Highlands - Julia London



Nacida en la abundancia y criada en el lujo inglés, Margot Armstrong no pertenecía en absoluto al temerario universo de los jefes tribales escoceses. Tres años antes, había escapado de un matrimonio de conveniencia y ya no había vuelto a mirar hacia atrás, excepto para revivir los apasionados momentos que había disfrutado en los fuertes y toscos brazos de Arran McKenzie. Pero cuando la frágil unidad de sus respectivos países amenazó con quebrarse, Margot tuvo que regresar con su marido para desenmascarar su papel en la traición y evitar así la acusación que se cernía sobre su propia familia.

Pelirroja de ojos verdes, Margot era la bella mujer de Arran. Su marcha lo había atormentado, pero su regreso venía a amenazar todo lo que había conseguido hasta entonces.

Cuando la niebla de las Tierras Altas de Escocia trajo consigo rumores de un complot inglés para conquistar el territorio de los McKenzie, Arran se vio obligado a manipularla en un juego de espionaje... y seducción. Sin embargo, pese a que ambos estaban enredados en una malla de secretos, nada pudo evitar que el amor se apoderara de ellos para dirigirlos directamente al peligro.



Lady Chatwick, Daisy Bristol, se había quedado viuda, y el testamento de su difunto esposo la obligaba a casarse otra vez, so pena de perder la herencia de su hijo, Ellis. Tras recibir una carta de Robert, su primer amor, Daisy decidió marcharse de Londres. Si se quedaba allí, corría el riesgo de que el obispo Craig la comprometiera con alguien antes de que Robert tuviera ocasión de volver a Inglaterra. Necesitaba ganar tiempo, así que se fue a las Tierras Altas en compañía de su pequeño.

Durante el viaje a Escocia, se topó con el poderoso Cailean Mackenzie, señor de Arrandale y famoso contrabandista, de quien se quedó prendada. Cailean no quería saber nada de las inglesas, pero la sensual belleza y el carácter coqueto y descarado de Daisy despertaron su interés.

Cuando Robert Spivey se presentó en su propiedad, Cailean supo que una mujer tan apasionada como lady Chatwick no se podía casar con un hombre como aquel. Pero, si quería impedir su matrimonio y conquistar el corazón de Daisy, tendría que jugarse la vida.


Bernadette Holly, una institutriz inglesa, había cometido el error de fugarse con su amante, y ese error le había costado su reputación. Ya no tenía miedo de nada; ni siquiera del sombrío y peligrosamente atractivo escocés que se debía casar con la joven que estaba a su cargo, la inocente Avaline Kent.

Avaline estaba aterrada ante la perspectiva de casarse con Rabbie Mackenzie, pero no lo podía rechazar sin caer en desgracia. Bernadette tuvo entonces una idea: convencer a Rabbie de que anulara el compromiso matrimonial… mientras hacía verdaderos esfuerzos por no rendirse ella misma a sus encantos.

Sin embargo, la situación de Rabbie no era mejor. Estaba obligado a casarse con una inglesa que, para empeorar las cosas, era tan cándida como infantil. No se parecía nada a su aguda y apasionada institutriz, cuyo carácter le había devuelto el entusiasmo y la alegría que había perdido tras la fracasada rebelión jacobita.

Lamentablemente, el futuro del clan de los Mackenzie dependía de ese matrimonio. Pero ningún escocés de las Tierras Altas habría podido renunciar al amor verdadero.


Peligro y pasión en mares turbulentos

Amenazados con perder su hogar, Lottie Livingstone y su clan se hicieron a la mar para vender un cargamento de whisky ilegal; pero, tras sufrir el ataque de unos piratas, Lottie dejó de ser una dama virtuosa y se transformó en una astuta guerrera. Las circunstancias la habían obligado a organizar y ejecutar el asalto al barco del capitán escocés Aulay Mackenzie, que ahora estaba a su merced.

Atado, cautivo y obligado a mirar a la impresionante sirena que se había hecho con el Reulag Balhaire, Auley ardía en deseos de recuperar el control de su navío y de conquistar a Lottie. Se había resignado a una vida de soledad en los océanos, pero la belleza de aquella mujer lo atormentaba y, cuando sus enemigos la empezaron a hostigar, él se sintió atrapado entre el impulso de entregarla a la justicia y la necesidad de defenderla. Todo estaba en su contra, y la perdería para siempre si no hacía el mayor sacrificio de su vida.

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