Ella era mía antes que supiera su nombre...
Félix.
Cuando vi a Maggie por primera vez, supe que seríamos los mejores amigos. La quería desesperadamente, la quería en mi vida, y haría cualquier cosa para asegurarme que eso sucediera. Hasta que Maggie llegó a mi vida no sabía lo que era el amor. Ella será mi primera y última. Yo seré el único. Maggie no sabe hasta dónde llegaré para mantenerla en mi vida, pero lo sabrá, porque la sola idea que esté con otra persona no es algo que me entretenga. Ella siempre ha sido mía, y es hora que dé un paso adelante y le muestre cuánto la amo. Mi devoción por ella llega a lo más profundo de mi alma, y quedarme atrás mientras ella vive su vida sin mí a su lado no es en absoluto una opción.
Maggie.
No sabía que podía tener una amistad como la que tengo con Félix. Pero el muro de la zona de amigos siempre ha estado en su lugar. Como tengo demasiado miedo de cruzarla, prefiero estar en la vida de Félix que empañar la relación que tenemos. Ha pasado demasiado tiempo. Ya no tengo miedo de los "qué pasaría si...". Estoy lista para admitir lo que siento por él, con o sin consecuencias.
Cuando Erik se fue de la ciudad, pensé que mi mundo se había acabado. Incluso a la tierna edad de diez años sabía lo difícil que sería mi vida sin él. Y al envejecer, cuando las cartas entre nosotros se volvieron escasas o inexistentes, no puedo evitar sentir que se ha construido un muro alrededor de mi corazón. Sólo hay un chico para mí, y sé que nunca lo volveré a ver.
Erik.
Era mi mejor amiga, la única persona sin la que sabía que no podía vivir. Pero tuvimos que dejarnos el uno al otro. El tiempo pasó, nos distanciamos, y siempre sentí que había dejado un pedazo de mí mismo con ella. Pero ahora soy un hombre, un marine herido, y el destino me devuelve a la única chica que me completa. Paige siempre ha sido mía, y ahora es el momento de demostrárselo.
Abigail y Max. Eso sonaba perfecto.
Todo en ella me hipnotizaba, desde su cabello rubio arenoso, hasta el dulce aroma del chicle de algodón de azúcar que se adhería a ella. Y a medida que pasaban los años, esos sentimientos de enamoramiento que tenía por ella se convirtieron en algo mucho más.
Amor profundo que reclama el alma.
Y ahora, a los dieciocho años, ambos estábamos listos para comenzar nuevos caminos en la vida. Estaba listo para ser un hombre y decirle cómo me sentía. ¿Pero estaba cruzando una línea que no se podía descruzar? ¿Arruinaría lo que tenía con mi mejor amiga por la esperanza que ella también estuviera enamorada de mí?
Pero el miedo a lo desconocido no tenía nada que ver con lo que sentía por Abigail y al diablo con las consecuencias que surgieron al ser honesto con ella.
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