Ansiaba experimentar esa sensación. Quería enamorarme.
Lo deseaba con el corazón.
Me vendieron que se sentía como si pudiese volar.
Que las mariposas en el estómago valían totalmente la pena.
Y lo hicieron… por un tiempo.
Entonces todo comenzó a ir mal.
No lo vi venir, estaba ciega.
O, tal vez, dentro de mí, evité darme cuenta.
Mi primer amor me envió directo a la destrucción.
Te advierto, no caigas en las redes de Gabo Rossi.
Él te meterá en su bolsillo y, cuando menos lo esperes, te lanzará como comida a los leones.
Él me enamoró, hizo que me volviera adicta a él. Y todo lo que vino en consecuencia fue mi culpa.
Lo reconozco.
A pesar de no merecerlo, creí que el amor de otro sería la cura.
Nada estaba más lejos de la realidad.
Bueno, tendré que conformarme con curarme por mí misma.
Si es que todavía se me da la oportunidad.
No espero que mi historia tenga un final feliz. Quizás el destino sólo me regale uno justo. Y doloroso sería lo justo.
Aprendí hace tiempo que no soy capaz de enamorarme, aunque lo he intentado.
No vivo de cuentos de hada, la realidad es tan fría como me mantengo por dentro.
Así que siempre voy a lo seguro, a lo práctico.
Hice un trato acorde a mis planes, mi idea del futuro perfecto.
Luzco el anillo más grande y radiante que existe en mi dedo anular y soy la que mejor actúa este papel.
Sofisticada, fuerte, inteligente, con la cabeza bien puesta sobre los hombros. Nada me desvía de la línea.
Hasta que Luciano Torres Ferrec entra en la escena.
Él es todo lo que detesto en un hombre.
Estirado, arrogante, temperamental, insolente.
Y me odia tanto como lo odio.
Fuerza grietas en mi comportamiento, me vuelve inestable.
Tiene que irse, ojalá desapareciera…
Pero es familia.
Y la familia siempre debe estar unida.
Al menos frente a las cámaras…
Próximo Libro:
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