Sandra Gaines suspiró y se apoyó en la barra. El centro de Atlantis era el lugar al que acudían las personalidades más influyentes de Washington D.C. Todos iban allí al salir de sus trabajos en Capitol Hill para tomar una copa, coquetear desvergonzadamente entre sí y, a veces, compartir secretos de sus respectivas oficinas del Congreso. También aprovechaban para actuar como los dueños y señores del lugar, tratando al personal como sirvientes. Sandra lo sabía de sobra. Llevaba casi tres años trabajando allí de camarera, sirviendo gin-tonics y chupitos a los cabilderos y asistentes. Normalmente, estaría en cualquier lugar que no fuera Atlantis en su noche libre. Se veía fuera de lugar entre la clientela. Puede que algunos fueran agradables, pero la mayoría eran demasiado fanfarrones. Sin embargo, su mejor amiga, Tonya, tenía turno en la barra y no terminaba hasta medianoche, cuando Mitch la relevaba. Cuando saliera, irían a The Grinder en New York Avenue para ver tocar a los Grilled Lincolns.
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