Mi nombre es Emma Sawyer.
Conocí a Charlie y Wyatt el mismo día de verano. Fue inesperado, dejando una sensación en la boca de mi estómago como aquella vez que manejé demasiado rápido por Beckett Hill. El momento sucedio de la nada, todo fue tan rápido y apresuradamente y un poco extraño. O tal vez eso era sólo la personalidad de Wyatt.
Fue Charlie quien nos unió. El pequeño Charlie con esas orejas ridículas. Encontré al perro, descansando en un charco de su propia sangre. Esperando a alguien. Esperandome.
Ahora, Wyatt, no esperaba a nadie. Al menos eso es lo que dijo, excepto que vi algo diferente en el tipo roto y solo en el bosque. Sabía que él me necesitaba antes de que él mismo lo supiera.
Wyatt con sus hoyuelos ocultos. Wyatt con sus advertencias para que permaneciera lejos. Era un duro trozo de carbón, listo para quemar todo a su alrededor. Cuanto más ardía, más me arrastró al dolor que vi grabado en su preocupado rostro.
Quería ayudar a Wyatt. Quería salvarlo como si hubiera salvado a todos los Charlies del mundo. Me dijo que no me enamorara de él, pero lo hice de todos modos. Caí duro , rápido y profundamente enamorada de Wyatt Caulfield.
Pero eso fue antes de que yo supiera su secreto.
Él era un cantante de country prometedor.
Ella era la última chica que verías en un bar.
Pero una noche, bajo aquellas luces de neón, Lucky y Katie se encontraron.
Los comienzos siempre son emocionantes. Divertidos.
Esperanzadores.
Katie estaba en su último año de universidad.
Lucky todavía tocaba en escenarios locales.
Ella se enamoró de su voz. De sus palabras.
Ellos se enamoraron.
Fue hermoso.
Pero el tiempo cambió su mundo.
Ella estaba sola. Él estaba en la carretera.
La vida sucedió.
Y ese amor fue destrozado.
Los finales son siempre dolorosos.
Siempre desgarradores.
Pero no siempre son definitivos.
Un día, Lucky regresó con Katie.
Y esta es su historia.
Próximo libro:
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