Ella sabía su nombre. Él siempre estaba en el turno de la tarde de aquel sitio de construcción por el que pasaba todas las noches de camino a casa después del trabajo. Más allá de eso, era un misterio. Nada de eso fue impedimento para que lo invitara a su apartamento noche tras noche y dejara que le diera los mejores orgasmos que había tenido. No podía confiar el darle algo más. Y él nunca se lo pidió.
Él sabía que no estaba bien, noche tras noche, la acompañaba a casa durante su descanso y ella siempre lo dejaba tenerla, de cualquier manera, que quisiera. Nunca dijo que no, nunca lo rechazó, y para hacer las cosas aún mejor siempre le llevaba pequeños postres. Sabía que ella merecía más, pero no estaba seguro de poder dárselo.
Cuando llegue el desastre, ¿Podrán ambos confesar que simplemente quieren más?
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