A veces tengo dedos pegajosos. Es curioso cómo las cosas caras tienden a pegarse a ellos. Un objeto aquí, un puñado de diamantes allá. Los tomó y luego los guardó. Como un dragón con su tesoro que ningún hombre puede tocar. Excepto… eso no es del todo cierto.
Un hombre puede.
Mi captor, mi carcelero, la única persona con la que no puedo dejar de fantasear a pesar de que me mantiene encerrada. Me lo quitó todo. Entonces, se lo estoy quitando pieza por pieza. Pero cuando me revele el camino tortuoso hacia mi libertad, ¿lo recorreré sola o aceptaré que mi obsesión no es la riqueza en absoluto, sino él?
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